2BR02B: El precio de la vida eterna

6 min

Illustration of the government's Life Allocation Center where citizens await their scheduled departures in a sterile corridor.

Acerca de la historia: 2BR02B: El precio de la vida eterna es un Historias de Ciencia Ficción de united-states ambientado en el Historias Futuras. Este relato Historias Dramáticas explora temas de Historias de Bien contra Mal y es adecuado para Historias para adultos. Ofrece perspectivas. En una sociedad donde la inmortalidad reina, cada recién nacido requiere un sacrificio de una vida, registrado en el registro federal.

Introducción

En el año 2174, Estados Unidos se encuentra al borde de una era que antaño solo existía en sueños febriles. El seguro de vida ha perdido su propósito, pues la mortalidad misma ha sido vencida por la ciencia. El Consejo Federal de Población, encargado de preservar los recursos y la estabilidad social, instituyó un intercambio rígido: cada nuevo nacimiento exige una partida registrada. Los ciudadanos transitan por torres relucientes de cromo y vidrio, bajo paneles de neón que parpadean con nombres y fechas: una cinta transportadora interminable de llegadas y partidas. No se ha producido ninguna muerte natural en décadas; el equilibrio se mantiene únicamente gracias a voluntarios que programan su propio final a cambio de que comience una nueva vida.

La Dra. Mara Ellison, encargada de supervisar el registro, presencia diariamente el choque entre la esperanza y el miedo. Padres aferrándose a ecografías se sitúan junto a quienes están resignados a su acto final. Cada firma equivale a un latido intercambiado: un niño por un ciudadano, en un sistema diseñado para evitar que la vida eterna inunde el mundo con una demanda infinita. Mara se desplaza por este mundo con calma clínica, pero en su mente revive la primera cuna que tocó mientras un beneficiario firmaba su nombre rumbo al olvido. Ese tierno instante, congelado por la lógica del Registro, la atormenta, recordándole que un sistema concebido para salvar también puede arrebatar todo lo que hace que la vida sea sagrada.

Nacimiento y equilibrio

La Dra. Mara Ellison llega al Centro de Asignación de Vida antes del amanecer, recibida por el zumbido de las turbinas de climatización y el suave resplandor de las pantallas del registro. Entra en la cámara principal, una sala inmensa, similar a una catedral, donde familias, donantes y funcionarios convergen en un solemne ballet. Filas de quioscos digitales muestran partidas inminentes emparejadas con nacimientos próximos. Una pareja que espera a su primer hijo se coloca frente a un terminal, temblando mientras el sistema lucha por asignarles una partida compatible. Ella observa cómo las pantallas parpadean con el mensaje “No se encontró coincidencia” y la pareja intercambia miradas desesperadas y atemorizadas.

Una sala de registro abarrotada con pantallas digitales que muestran los nombres de las personas que esperan su salida programada.
Ciudadanos esperando en el Registro Federal de Vida, mientras sus nombres aparecen en el cielo con letras frías de neón.

Entre pilares de acero, tablones de anuncios muestran los perfiles de los voluntarios: edad, ocupación, declaraciones personales. Algunos incluyen deseos finales: “Plantar un bosque en mi nombre”, “Dedicado mi final al arte”. Otros simplemente dicen: “He vivido mi vida; que otra comience”. Cuando aparece el nombre de la pareja, suplican clemencia con una voz que cruje como roca antigua. Mara se dispone a interceder, su formación impulsándola a seguir el protocolo en lugar de la empatía. El sistema ofrece una prórroga temporal: cuarenta y ocho horas para encontrar un voluntario.

En el exterior, las luces fluorescentes proyectan largas sombras mientras Mara acompaña a la pareja al área de espera. Ella escucha el murmullo de los asistentes compasivos que en su día fueron beneficiarios. Un padre de dos hijos se ofrece como voluntario cada trimestre; un maestro jubilado firma de nuevo. Cada acto de bondad, cada sacrificio, se cataloga e inmortaliza en los muros digitales del Registro. Este libro de cuentas de vida y muerte une a los ciudadanos en un pacto común: nadie vive si otro no decide partir. Aunque la lógica es irrefutable, Mara siente el peso en la pausa preñada de tensión entre las entradas: la trágica puntuación entre “vivir” y “morir”.

Registro y resistencia

Rumores sobre el Frente de Reclamación flotan por los pasillos como polvo estéril. Se habla de sabotajes—hackear paneles del registro, liberar datos, derogar la ley—y estos rumores se extienden entre los discretamente rebeldes. Mara descarta esas habladurías como fantasías marginales hasta que descubre mensajes codificados grabados en perfiles de voluntarios: llamadas crípticas a la igualdad, a un mundo liberado de la vitrificación forzada de sus mayores. Lo ve por primera vez en un perfil etiquetado como “Voluntario pendiente”: una línea de texto que reza: “Cuando la balanza se incline, recuperaremos nuestro derecho a vivir y morir en nuestros propios términos”.

Una reunión clandestina de ciudadanos alrededor de linternas parpadeantes, planeando alterar los protocolos de control poblacional.
Miembros de la clandestina Frontera de Reclamación se reúnen en un sótano oscuro para hablar sobre la reallocación ilegal de vidas.

Intrigada y perturbada, Mara sigue migas de pan a través de canales seguros, rastreándolas hasta una bodega abandonada del metro donde se reúne el Frente. Un código de acceso le abre paso: una linterna parpadeante revela a hombres y mujeres apiñados alrededor de mesas improvisadas, sus rostros iluminados por velas y determinación. Hablan de un archivo subterráneo de nacimientos no registrados: niños ocultos al Registro, deslizándose por grietas digitales. Planean sacar a los recién nacidos de los centros gubernamentales y así perturbar el frágil cálculo del Consejo de Población.

Mientras Mara escucha, se debate entre su juramento al deber y su incipiente fe en un destino más libre. Si el equilibrio estatal colapsa, el hambre y el conflicto podrían arrasar el país. Sin embargo, ver a la gente programar su propia muerte resulta una crueldad todavía más profunda. Se da cuenta de que se halla en el punto de apoyo de una revolución en ciernes. Con la confesión del Frente llega una elección: traicionar su puesto y unirse a la resistencia o mantener la burocracia que ha mantenido la estabilidad social, a costa de las libertades personales y de los actos finales sagrados.

La decisión final

De vuelta en el Centro, la pareja con trillizos aún espera una resolución. Su prórroga ha expirado. Ante tres nuevas vidas y sin partidas registradas, tienen menos de una hora para encontrar voluntarios. Mara observa cómo el padre primerizo cae de rodillas, con las manos juntadas como en una plegaria. Su esposa acuna su vientre, con lágrimas que dibujan silenciosos ríos por sus mejillas. Se vuelve hacia Mara: “Por favor, doctora, salve a nuestros hijos. Haremos cualquier cosa”.

Una austera sala de planificación donde las familias deliberan sobre la vida y la muerte, rodeadas de pantallas de citas que emiten un resplandor.
Una familia se encuentra frente a una pantalla luminosa para seleccionar los nombres para su salida obligatoria a cambio del registro de su recién nacido.

Mara mira su tableta de datos. El Registro ofrece una última opción: un solo voluntario puede renunciar a su vida en reconocimiento a los tres nacimientos. Solo se necesita uno, pero ¿quién? El Frente de Reclamación podría aportar donantes falsos, entradas fantasma que desaparezcan al día siguiente, pero con el riesgo de desencadenar una auditoría y el colapso del sistema. Si el Registro se desmorona, toda la ciudad podría sumirse en el pánico. Pero si no hace nada, tres bebés inocentes perderán la oportunidad de respirar.

Con el corazón latiendo con fuerza, Mara coloca el dedo sobre el icono de confirmación junto a su propio nombre. En ese instante decide quebrantar la ley que ha servido. Introduce el código para tres entradas falsificadas, desviando los rastros digitales hacia voluntarios fantasma en el extranjero. Las pantallas parpadean en verde: “Trillizos aprobados—Registro completado”. La pareja rompe en sollozos de alivio, abrazándose mientras los niños lloran por primera vez. Mara da un paso atrás, con la sangre retumbándole en los oídos, consciente de que toda revolución comienza con un solo acto de desafío.

Conclusión

Cuando el amanecer se posa sobre las torres de cromo, los primeros rumores de un cambio sistémico resuenan en los vacíos pasillos del registro. La rebeldía de la Dra. Mara Ellison desencadena una cascada de nacimientos liberados y partidas falsificadas expuestas que destrozan el libro de cuentas inquebrantable del Consejo. Los ciudadanos afrontan el paradoja que antes ignoraban: que la vida y la muerte, el nacimiento y la despedida, deben coexistir sin intercambios forzados para seguir siendo verdaderamente humanos.

En las calles, vigilias espontáneas honran tanto a los recién nacidos como a los voluntarios elegidos, ahora celebrados como héroes en lugar de simples anotaciones contables. En medio del caos, las familias acunan a sus hijos sin temor a la pérdida; los ancianos se reúnen sin entregar sus mañanas. El Frente de Reclamación se disuelve en un movimiento por el libre albedrío, y la legislación evoluciona para integrar la muerte natural con respeto, no con maquinaria. El mundo se tambalea al borde del reequilibrio, guiado por una reverencia renovada hacia el silencioso poder de la mortalidad y la promesa inexplorada de la vida. Y a través de todo, Mara recuerda que cada latido es en sí una firma: un testimonio irremplazable de la frágil arte de la existencia humana.

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