Las Dos Hermanas y la Hiena Gigante

8 min

Las Dos Hermanas y la Hiena Gigante
Winta and Saba meet the fearsome giant hyena on a mist-covered morning in the highlands.

Acerca de la historia: Las Dos Hermanas y la Hiena Gigante es un Historias de folclore de ethiopia ambientado en el Historias Antiguas. Este relato Historias Conversacionales explora temas de Historias de coraje y es adecuado para Historias para Todas las Edades. Ofrece Historias Culturales perspectivas. Dos valientes hermanas engañan a una temible hiena en un cuento popular de las tierras altas de Etiopía.

Introducción

En lo alto de las ondulantes colinas de las tierras altas etíopes, donde la niebla se eleva en pálidos filamentos al amanecer y los antiguos olivos se alzan como centinelas silenciosos, vivían dos hermanas llamadas Winta y Saba. Ambas eran conocidas por los aldeanos por su curiosidad sin límites y la suave armonía de sus risas, que se deslizaban por los senderos serpenteantes como pájaros que entonan melodías. Una mañana fresca, con las gotas de rocío aún aferradas a las briznas de hierba y el cielo pintado en suaves tonos pastel, las hermanas partieron a recolectar hierbas curativas raras para los remedios de su madre. Armadas con cestas de mimbre y el espíritu lleno de esperanza, se adentraron más allá de los senderos familiares, atraídas por el perfume de las flores silvestres y la promesa de descubrimiento. Al escalar una empinada pendiente rocosa, el mundo bajo sus pies se extendía como un tapiz de terrazas de cultivo, tierra rojiza y remolinos de humo a lo lejos. Pero su viaje tomó un giro inesperado cuando el suelo tembló por primera vez. Un gruñido antinatural resonó en los acantilados, un sonido tan profundo y atronador que aceleró sus corazones. De las sombras emergió una hiena colosal, con músculos ondulando bajo su pelaje ralo y ojos que brillaban como brasas en un fuego agonizante. No era una bestia común; se erguía sobre ellas con facilidad el doble de la altura de un hombre, mostrando los colmillos en una sonrisa que prometía peligro. Las hermanas se quedaron paralizadas, con las cestas temblando en sus manos, mientras la cola de la hiena se agitaba en señal de expectación. El miedo podría haberles robado el valor, pero Winta y Saba intercambiaron una mirada firme. Sabían que la fuerza bruta no las salvaría contra un depredador de tal magnitud. En su lugar, confiarían en los dones que su madre les había enseñado hacía mucho tiempo: ingenio rápido y una determinación inquebrantable. La leyenda de ese encuentro crecería para llenar muchas veladas junto al fuego, enseñando a todo el que la escuchara que el verdadero poder brota de una mente aguda y un corazón inquebrantable.

Un susurro en las tierras altas etíopes

La primera luz del alba se derramaba sobre las tierras altas cuando Winta y Saba se adentraron más allá de lo que jamás habían explorado. Cada paso era un descubrimiento: el destello de una hierba rara, el aleteo de un pinzón de alas escarlata, el suave murmullo de un manantial oculto. Las hermanas se detenían para admirar los silenciosos prodigios del mundo, tejiendo historias de esperanza y leyendas aún por contar. Hablaban en susurros de cómo esta tierra había alimentado a sus antepasados, de cómo cada árbol y cada piedra guardaban ecos del pasado. Pero tras tanta belleza, la tensión vibraba en el aire, una advertencia silenciosa de que el peligro también había encontrado hogar allí. Al doblar un recodo, el suelo emitió un leve temblor. De un angosto barranco emergieron enormes patas, cada paso haciendo crujir las piedras sueltas. Los corazones de las hermanas latieron con fuerza. Apareció una hiena colosal, su pelaje enmarañado por el polvo y sus ojos ardiendo en tonos ámbar. Su mandíbula se abrió en una mueca amenazante, como si saboreara el miedo que pronto devoraría. La presencia de la bestia volvió la perfumada mañana fría y hueca. Winta apretó el brazo de su hermana. “Mantente serena,” susurró. Saba asintió, con la mente agudamente alerta en busca de un plan. Recordaron las historias de su madre sobre héroes astutos que habían burlado a enemigos mucho más fuertes que ellos. La desesperación agudizó sus ingenios: necesitarían cada onza de astucia para sobrevivir.

Dos hermanas descubriendo la entrada a un barranco rocoso donde emerge una hiena gigante.
El descubrimiento por parte de las hermanas de la guarida de la hiena bajo las antiguas piedras de las tierras altas.

La guarida de la hiena y la determinación de las hermanas

Una vez que la bestia entró en el claro, Winta y Saba pudieron medir su verdadera magnitud: hombros más anchos que cualquier buey, mandíbulas capaces de triturar rocas. Sin embargo, sus ojos delataban más impaciencia que hambre, un desafío para medir ingenio contra fuerza. Las hermanas recordaron un truco que usaban los agricultores cuando los lobos amenazaban a sus rebaños hace mucho tiempo, un engaño basado en acertijos para confundir y ganar tiempo. Winta habló primero, con voz firme: “Hiena gigante cuyo rugido sacude los acantilados, responde esto: ¿qué criatura camina a cuatro patas al amanecer, a dos al mediodía y a tres al anochecer?” La hiena se detuvo, ladeó la cabeza con curiosidad. Nunca antes se había enfrentado a una pregunta sin un festín de por medio. Saba añadió: “Si deseas devorar, responde; pero sabe que si fallas, pagarás caro.” La bestia gruñó, pero las hermanas se mantuvieron firmes, con la mirada imperturbable. Los instantes se alargaron como siglos, hasta que, con un bufido gutural, la hiena admitió su derrota, ya fuera confundida por el acertijo o renuente a arriesgar lo desconocido. Aprovechando la pausa, las hermanas retrocedieron unos pasos, guiando a la bestia hacia un paso más estrecho. Habían notado un hoyo superficial cubierto de maleza y enredaderas—quizá una trampa antigua de cazadores—y esperaban que su plan funcionara. Con pasos sincronizados, Winta y Saba atrajeron a la hiena sobre él. Saba exclamó: “Por aquí, orgullosa bestia, demuéstranos tu poder.” Furiosa, la hiena embistió, sus pasos atronadores acercándose. En el último instante, Winta gritó: “¡Ahora!” Las hermanas se apartaron de un salto mientras la hiena avanzaba a todo brío y caía en el hoyo con un estrepitoso estruendo. El barro salpicó su costado, y por primera vez, su rugido se transformó en un quejido de frustración. Aún así, luchaba, mordiéndole al borde del foso, con ojos llenos de furia asesina.

Una hiena gigante atrapada en un foso de barro bajo un enredo de lianas en las tierras altas.
El momento en que la temible hiena irrumpe en la fosa camuflada bajo las enredaderas colgantes.

Acertijos astutos y la perdición de la bestia

Atrapada en el foso, la hiena convirtió su fuerza en furia, cada sacudida retumbando como un trueno. Winta y Saba rodearon los bordes, con el corazón latiendo con fuerza pero la mente despejada. Sabían que la fuerza bruta no rompería cadenas, pero las palabras ingeniosas las habían traído hasta ahí. Winta planteó un segundo desafío: “Gran hiena, dime qué camina descalza en las cuevas más oscuras y, sin embargo, trae luz a cada hogar.” La bestia alzó la mirada, las fosas nasales dilatándose. Su gruñido se volvió más profundo. Saba susurró palabras de aliento a su hermana, calmando su voz. “Habla, o el hambre hará que tu rugido suene más suave que un susurro.” La hiena vaciló, como si los recuerdos se enredaran en el acertijo. Luego gruñó, admitiendo que no sabía la respuesta. Las hermanas intercambiaron sonrisas triunfantes. Saba se dirigió al suelo tembloroso: “Por nuestro ingenio, permanecerás cautiva. Por nuestra piedad, serás libre solo si prometes no aterrorizar nunca más.” La criatura, agotada y jadeante, las miró con respeto reluciente y asintió con desdén. Winta extendió la mano y tomó un tallo de hierba fuerte, indicando a la hiena que se mantuviera quieta. Con sorprendente delicadeza, trenzaron enredaderas para crear una correa improvisada. La hiena, humillada por la derrota, permitió que la guiaran. Las hermanas la condujeron por el barranco hasta un valle lejano donde los cazadores la contenerían adecuadamente, evitando así más derramamiento de sangre para ambos. Mientras caminaban, el suave ritmo de los pasos de la hiena resonaba una lección tan sencilla como profunda: la sabiduría unida a la compasión puede domar hasta el corazón más salvaje.

En ese instante, bajo un cielo teñido de rosa y oro, Winta y Saba comprendieron cómo su vínculo—de hermandad y coraje compartido—había vencido al miedo. Sus nombres serían entonados junto al fuego por generaciones, recordando a todos que el verdadero poder reside en el ingenio, el valor y la misericordia.

Dos hermanas guiando con suavidad a una humilde gigante hiena por un sendero en las tierras altas al atardecer.
Winta y Saba alejan a la otrora temible hiena, forjando una promesa de paz.

Conclusión

Mientras Winta y Saba descendían hacia el valle, los aldeanos salieron asombrados al ver a una hiena gigante caminando apacible a su lado, atada con enredaderas trenzadas. Los ojos de la bestia, antes encendidos de amenaza, ahora reflejaban un respeto silencioso por la valentía y la bondad de las hermanas. Su madre corrió hacia ellas, el alivio y el orgullo brillando en su mirada al acogerlas en un abrazo cálido. La noticia de su victoria se propagó rápidamente por cada asentamiento, llevada por viajeros, comerciantes y juglares errantes. En cada rincón de la región, se hablaba de las dos jóvenes que habían enfrentado a una criatura legendaria no con espadas ni lanzas, sino con acertijos y piedad. Se celebró una nueva tradición: cada año, las familias se reunían alrededor del fuego para compartir sus propios enigmas, honrando el día en que el coraje y la sabiduría vencieron al miedo. Las madres enseñaban a sus hijos que la mayor fortaleza reside en una mente ágil y un corazón amable, y los padres recordaban a los hijos que la misericordia puede ser tan poderosa como una espada. Más allá de los valles y las colinas, la historia se divulgó aún más, llevada por el viento y la palabra, recordándole a todo aquel que la escuchaba que la violencia no siempre debe enfrentarse con violencia, y que a veces la llave para abrir un corazón salvaje no es la fuerza, sino el poder de un reto bien pensado. Generaciones después, los viajeros aún susurran la leyenda de Winta y Saba, dos hermanas cuyo ingenio eclipsó la fuerza bruta de la hiena poderosa y cuyo legado sigue siendo un faro de esperanza en las tierras altas etíopes y más allá. Su relato perdura, testimonio eterno de que el coraje aliado con la sabiduría puede convertir al adversario más feroz en un aliado de paz y comprensión, sin importar cuán salvaje o temible parezca al principio. La propia tierra guarda su memoria, llevada por el viento entre olivares y sobre campos en terrazas, prometiendo que la astucia y la compasión siempre prevalecerán sobre la mera fuerza en los tiempos por venir.

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